El punto de partida es la cal que cubre las fachadas de los pueblos del sur, no solo el color, sino también el carácter.
Cal remite a esa blancura porosa, a ese gesto de cobertura que ilumina y protege. La pieza capta la luminosidad cruda de las paredes expuestas, el silencio de las calles desnudas, el orden sencillo de las formas encaladas.